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sábado, 27 de marzo de 2010

Cara a cara con el hombre más buscado de Pakistán

Robert Fisk

Al tiempo que ministros y militares paquistaníes convencían a la administración de Obama en Washington de que les cediera más fondos para la lucha contra militantes de Al Qaeda, el hombre que encabeza las listas de los más buscados tanto de Estados Unidos como de la Unión Europea y la ONU circulaba libremente por las calles de Lahore.

En su primera entrevista con un periódico occidental, Hafiz Mohammed Saeed, sospechoso de organizar el asesinato de 166 hindúes en Mumbai, en Noviembre de 2008, niega su responsabilidad en el baño de sangre y dijo a The Independent que ha ganado sus batallas jurídicas y conserva su libertad. Saeed, barbado y con anteojos, asegura que no tiene nexos con Lashkar e Taiba, el Ejército de los Justos –al que indios y estadunidenses responsabilizan por los atentados en Mumbai–, aunque está bajo la custodia de dos policías paquistaníes.

Sostiene que él cree en la lucha por la libertad del grupo Lashkar en Cachemira y agrega que los ejércitos de Estados Unidos y la OTAN deben salir de Afganistán. Culpa a la propaganda india de las acusaciones en su contra, lo cual no hará que sus enemigos en Estados Unidos, India y otras naciones cambien su opinión sobre él, y condena los asesinatos en Mumbai. También afirma que encabeza una organización caritativa bien financiada y llamada Grupo de Prédica, que rescató a más de 100 víctimas del terremoto en Cachemira.

Pero sus desenfadadas declaraciones seguramente causarán fricción en Washington, donde la secretaria de Estado, Hillary Clinton, esta semana dio la bienvenida a una nueva relación entre Estados Unidos y Pakistán, luego de años de malentendidos. El primer ministro, el ministro del Interior y el jefe del ejército han tratado de convencer a la administración de Obama de que el país está muy comprometido en la guerra doméstica e internacional contra el terror.

Durante su diálogo estratégico de alto nivel, con la participación de Clinton y el secretario de Defensa, Robert Gates, se informó que Obama ha exigido específicamente que Saeed sea arrestado. Al condenar a Pakistán por apoyar a los miembros de Lashkar tras los atentados en Mumbai, Gary Ackerman, presidente antipaquistaní del subcomité de la Casa Blanca para Medio Oriente y Sur de Asia, aseveró que el grupo no es sino un montón de salvajes que deben ser aplastados.

En el último expediente sobre la matanza en Mumbai, entregado al secretario del Exterior de Pakistán, Salman Bashir, durante su reciente visita a Nueva Delhi, los hindúes exigieron acciones estrictas contra Hafiz Saeed y su extradición a India junto con otras 34 personas de la lista de los más buscados.

Pero Bashir describe la evidencia contra Saeed como mera literatura. India, Estados Unidos y la ONU han culpado a Lashkar de una larga serie de matanzas: la de Chittisinghpura, en 2000, donde fueron asesinados 35 sikhs; la ocurrida el mismo año en Red Fort, Delhi; en el parlamento de la capital india, un año más tarde; en un mercado capitalino, en 2005, donde fueron asesinadas 31 personas; en Uttar Pradesh, en 2006, donde 37 civiles perdieron la vida, y los bombardeos en trenes de Mumbai, en 2006, con saldo de 221 muertos.

Estados Unidos actualmente da mil 500 millones de dólares de asistencia a Pakistán al año, pero, en las conversaciones con Washington, Islamabad pidió más ayuda financiera para los sistemas de generación de electricidad y suministro de agua potable, así como equipamiento militar y grandes sumas para apoyar a la infantería, marina y fuerza aérea del país.

Islamabad cree que sus largas y sangrientas luchas contra el Talibán, tanto el afgano como el de su propio territorio, son prueba de que el país merece recompensas financieras considerables de Washington. La mayor parte del ejército paquistaní ha sido replegado de la frontera de India con Cachemira y apostado en otros puntos para combatir al Talibán, para deleite de estadunidenses e hindúes. Pero Lashkar sigue siendo el enemigo interno que puede atacar de nuevo objetivos indios.

Hafiz Saeed se mantiene impasible. Insiste en que no tiene nexo alguno con Lashkar y que su organización tiene cientos de oficinas en todo Pakistán. Me convierten en el más grande y malvado terrorista, ríe. ¿A usted le parece que lo soy?

Admite que ha estado en Afganistán, pero sólo para observar la situación; jamás ha combatido. Dice haber visto en una ocasión a Osama bin Laden, en un peregrinaje a la Meca, en los años 80. Asegura haber rezado cerca de él y que los dos hablaron brevemente.

Muchos paquistaníes creen que Saeed está controlado por los formidables Interservicios de Inteligencia (ISI), de Pakistán, y que los policías armados que están afuera de su oficina provisional en Lahore lo protegen, más que custodiarlo. Un alto funcionario de la ISI estuvo presente en las pláticas entre Washington e Islamabad.

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca

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