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sábado, 20 de marzo de 2010

Una conjura de medio siglo



Ricardo Alarcón de Quesada*

Sobre Cuba cae otra vez un vendaval de calumnias e improperios. De ella hablan, como si del infierno fuese, personajes políticos carentes de toda moral para criticar a nadie, ya que nada dicen de las atrocidades que a diario ocurren ante sus propias narices.

Contra Cuba despotrican medios informativos cuya cualidad principal, ya lo ha señalado Noam Chomsky, es la de ser muy disciplinados.

Esta lluvia de mentiras no debe sorprender a nadie. No es éste el primer aguacero ni será el último. No es tampoco una tormenta natural.

Se trata, en realidad, de una colosal operación de engaño, la más prolongada, costosa y sucia que registra la historia. Cumple ya más de medio siglo.

Una parte, sólo una parte, del insidioso plan puede leerse en algunos documentos oficiales del gobierno estadunidense, parcialmente desclasificados, en los que consta que la esencia de su política para destruir a la revolución cubana –junto con la guerra económica y el terrorismo– era y siempre ha sido fabricar una oposición, financiarla, dirigirla y apoyarla con una poderosa ofensiva propagandística.

No es un plan cualquiera. Lo concibieron y acordaron al más alto nivel en Washington, y le han entregado fabulosas cifras monetarias todos los gobernantes de Estados Unidos sin excepción.

El 17 de marzo de 1960, reunido en la Casa Blanca, el Consejo Nacional de Seguridad aprobó el Programa de Acción Encubierta contra Cuba que el día anterior había propuesto el director de la CIA Allen Dulles. Al aprobarlo el presidente Eisenhower, solemnemente, hizo jurar a todos los convocados que jamás dirían haber oído nada de este plan y les advirtió que había que mantener oculta la mano de Estados Unidos.

El Programa de Acción Encubierta, más bien una porción muy mutilada, fue publicado por el Departamento de Estado en 1991 (Foreign Relations of the United States, 1958-1960, volume VI, Cuba, págs. 850-851). Lo más interesante de este documento es probablemente lo que sigue ocultando. Señala cuatro cursos de acción principales, siendo los dos primeros, precisamente, la creación de la oposición –algo que califica como primera necesidad de todo el plan– y la poderosa ofensiva de propaganda para inflarla y hacerla creíble.

A estos dos propósitos fundamentales se dedican dos párrafos con un total de 10 líneas. Llama la atención que según el editor a continuación del primer párrafo venían 10 líneas y al final del segundo otras cuatro, todas ellas todavía secretas. El programa incluye, desde luego, los otros dos cursos de acción principales, referidos a actividades de inteligencia y paramilitares. El texto cierra regresando al tema de la propaganda. A ella destina cinco párrafos pero solamente reproduce uno. Los otros cuatro permanecen ocultos.

Las acciones encubiertas no han cesado a lo largo de medio siglo sólo que ahora a ellas se suman, además, los proyectos que aparecen en los presupuestos de la AID, la NED y otras entidades norteamericanas que abiertamente consignan su respaldo financiero a la oposición cubana y los pagos generosos a quienes distorsionan la realidad de la isla y mienten a sabiendas.

Son muchos los conjurados que han guardado fidelidad a aquel juramento. Lo continúan cumpliendo al pie de la letra inclusive algunos políticos y periodistas que jamás han sido invitados a la Casa Blanca. No importa. Ellos se ocupan de que la mano de Estados Unidos, la dadivosa mano de Washington, se mantenga oculta.

* Presidente de la Asamblea del Poder Popular de Cuba

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