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jueves, 20 de mayo de 2010

La cloaca

John Saxe-Fernández

En boga por la ruina de la antigua URSS y el crack de 2008, el término colapsos está de regreso, ahora en la fusión de sucesos jurídico-morales y ecológico-económicos: mientras se informaba sobre el derrame en el Golfo de México por el estallido de una plataforma de British Petroleum (BP), operada con Halliburton y Transocean, en el que se avistan, dice Robert Kennedy Jr., corruptelas de sexo, soborno y mentiras bajo auspicio de celestinas de la industria del gas y del petróleo y del mundo de las finanzas, el público se enteró de atroces y profusas ejecuciones en las guerras de Estados Unidos por el control de Oriente Medio, sede de 60 por ciento de la reserva de petróleo convencional.

El desplome jurídico-moral se dio cuando Seymour Hersh, el Pulitzer que destapó crímenes del régimen de Bush/Cheney como las torturas en Abu Graib y la existencia de un avanzado plan de guerra contra Irán, reveló que el Ejército estadunidense realiza ejecuciones en el campo de batalla, en violación de códigos, leyes y las convenciones de Ginebra: “Se los digo desde ahora –dijo en Suiza–: una de las mayores tragedias de mi país es que el señor Obama mira al otro lado, porque de igual manera horribles cosas ocurren a los prisioneros, aquellos que capturamos en Afganistán”… están siendo ejecutados en el campo de batalla. Es algo increíble lo que ocurre ahí y no se informa al respecto.

Ese sonoro silencio es porque los encargados de la política exterior y militar de Estados Unidos son responsables de crímenes de guerra imprescriptibles. La continuidad con Obama de las guerras de Bush en Irak y Afganistán está vinculada al empuje económico y político-electoral de las grandes corporaciones en la lista de Fortune, incluidas las firmas petroleras y decenas de los principales contratistas industriales y de seguridad del Departamento de Defensa (DdD), involucrados todos con bancos y firmas de inversión, en maniobras especulativas de alto riesgo.

El accidente de BP desató el metano del Golfo de México y el hedor de la cloaca que engendra colapsos ecológicos y cataclismos económico-militares. Según un informe del DdD, “…en 2012 la capacidad ociosa podría desaparecer totalmente y en fecha tan cercana como 2015, el déficit petrolero podría llegar a los 10 millones de barriles diarios”. “Mientras es difícil predecir con certeza los efectos económicos, políticos y estratégicos de ese déficit, es seguro que reducirá el crecimiento en el mundo desarrollado y en vías de desarrollo: un freno económico que exacerbaría tensiones no resueltas e impulsaría más rápido a estados frágiles o fallidos hacia el colapso… con fuertes y serios impactos económicos en China e India”.

Para Estados Unidos, el mayor consumidor de crudo, los efectos serían devastadores, algo que no preocupa a la codiciosa oligarquía petro-financiera, entusiasmada con las grandes oportunidades que le ofrece el escenario de escasez para especular con derivados, esos complejos y opacos productos usados para apostar en las fluctuaciones de los mercados financieros: las grandes firmas de Wall Street se coligan con las del gas y del petróleo para derrocar o modular toda regulación seria del capital financiero. Según Nick Nyhart, del Huffington Post, BP y las grandes petroleras de Estados Unidos integrantes del American Petroleum Institute, su gran lobby, han invertido 938 millones de dólares en ese cabildeo: “después de años de oponerse a regulaciones en la industria petrolera, que podrían haber evitado el desastre en la costa del Golfo, ahora BP lucha contra regulaciones de la industria financiera, que podrían haber prevenido el colapso económico, (cuyos efectos) todavía estamos sufriendo”.

BP, junto a ExxonMobil, Shell, Chevron, ConocoPhillips y Total se unen a Goldman Sachs, JP Morgan, Citigroup et al, en la Coalition for Derivatives End-Users, para mantener en tinieblas al mercado de derivados y lograr regulaciones aceptables, mientras, junto al peak oil, empujan al alza los precios del crudo y la guerra general.

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