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miércoles, 26 de junio de 2013

La reforma política, en manos del pueblo



Emir Sader

En la campaña electoral de 2010, Luiz Inacio Lula da Silva y Dilma Rousseff llegaron a hablar acerca de la posibilidad de convocar a una Asamblea Constituyente exclusiva para efectuar la reforma política del país.

Ellos tenían conciencia de que un Parlamento electo con base en el financiamiento privado no se daría un tiro en el pie, aboliendo ese mecanismo, para alinearse en la promoción del financiamiento público.


Pasadas las elecciones confiaron en que conseguirían aprobarlo mediante negociaciones con los partidos, pero se encontraron con la resistencia del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), especialmente en el tema del financiamiento público de las campañas electorales: lo máximo que aceptarían sería que el mismo se aplicara para cargos ejecutivos, sin conceder en el lugar privilegiado donde negocian, los parlamentos.

Frente al fracaso inminente de la intención de hacer la reforma política y ante la situación de falta de representatividad partidaria en las movilizaciones de las últimas dos semanas, Dilma dio un paso audaz: proponer el plebiscito para una Constituyente con el exclusivo cometido de introducir reformas políticas.

Las movilizaciones de las últimas semanas confirmaron en Dilma la necesidad de una renovación del sistema político.

Aquellos que participaban en las mismas no se reconocen como miembros de ningún partido político, ni siquiera del que tradicionalmente participó y lideró las movilizaciones –el Partido de los Trabajadores (PT)–, que en esta oportunidad fue hecho a un lado por falta de confianza.

El plebiscito permitirá una elección sui generis –por ser una Asamblea Constituyente exclusiva– que podrá elegir una bancada renovada de parlamentarios. Además, abrirá el camino para remover los obstáculos puestos por una estructura partidaria que favorece el intercambio de favores, mediante el arrendamiento de partidos, que abunda actualmente.

En el más importante de los temas se incursiona en la vía del financiamiento público, impidiendo que el poder del dinero continúe siendo el determinante en la composición de un Parlamento que termina controlado por lobbies de intereses privados.

Dilma retoma la iniciativa política, atiende las demandas populares y sienta las bases para una renovación del sistema político brasileño.
Traducción: Ruben Montedónico

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