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viernes, 27 de febrero de 2015

Industria salvadoreña y globalización neoliberal




Por Roberto Pineda

En nuestros sueños de adolescentes urbanos de izquierda, de principios de la ya lejana década del setenta del siglo pasado, la revolución que estábamos preparando iniciaba seguramente con una huelga general del proletariado industrial en el Bulevar del Ejército, ya que Soyapango era el indiscutible corazón de nuestra insurrección. Al final, las olas caprichosas de […]
En nuestros sueños de adolescentes urbanos de izquierda, de principios de la ya lejana década del setenta del siglo pasado, la revolución que estábamos preparando iniciaba seguramente con una huelga general del proletariado industrial en el Bulevar del Ejército, ya que Soyapango era el indiscutible corazón de nuestra insurrección.
Al final, las olas caprichosas de la historia nos empujaron hacia las montañas de Guazapa, Chalatenango y Morazán y a que el ejército popular fuera constituido en su inmensa mayoría por jóvenes campesinos, dirigidos por una pequeña burguesía radicalizada, en una larga guerra rural a lo Mao, de diez años, que desembocó en unos inesperados acuerdos de paz, supuestamente sin vencedores ni vencidos.
El proletariado industrial de esa época heroica y sus organizaciones sindicales, fueron rabiosamente perseguidos y sus locales dinamitados, sus dirigentes se fueron al exilio a México o Suecia y unos pocos a la montaña. Y al concluir el conflicto en 1992 la agricultura y la industria estaban debilitadas. Y el proletariado y sus organizaciones se habían también atomizado y disminuido.
Incluso la izquierda salvadoreña abandonó su referencia de clase y se identifico más como sujeto popular. Han pasado 23 años desde entonces pero la situación persiste. Y resulta interesante y además muy útil para la construcción de una estrategia de poder popular, conocer que ha pasado con nuestra industria y por consiguiente, dónde camina nuestro actual proletariado industrial.
En ese espíritu de búsqueda, a continuación exploramos el estado actual de la industria salvadoreña, sus niveles de desarrollo y en un próximo estudio abordaremos como estas dinámicas impactan en la conformación orgánica del proletariado, su organización y sus luchas.
Antecedentes históricos
La industria salvadoreña ha sufrido considerables cambios en las últimas décadas, distinguiéndose varias etapas durante su evolución y desarrollo tecnológico. El desarrollo de la industria se basa inicialmente en la producción y exportación de bienes agrícolas, cacao, bálsamo y añil en primera instancia, y después café, algodón y azúcar. Es en los obrajes, beneficios e ingenios que se va gestando un sector diferenciado del trabajador agrícola, así como del artesano urbano. El proletariado agrícola salvadoreño. Pero luego ya en el siglo XX surge la industria en las ciudades.
En 1906 en Santa Ana el guatemalteco Rafael Meza Ayau creó la primera fábrica de cerveza, La Constancia. En 1912 Fernando Sagrera padre creo la primera fábrica textil, dedicada a la producción de casimires, penetrando incluso el mercado hondureño. En 1942 cambió su nombre por Hilandería Salvadoreña, HILASAL y en las últimas décadas se dedica la producción de coloridas toallas.
La primera guerra mundial (1914-1918) provocó la instalación de grandes talleres artesanales que se vieron fortalecidos por la paralización de las importaciones de mercancías industriales. En 1927 Juana Mathies crea la primera fábrica de ladrillos de cemento. En 1922 se crea la primera fábrica de hilaturas de algodón, llamada “Minerva” propiedad del catalán Andres Molins.
En 1923 surge la fábrica textil “La Estrella” de Víctor y Teodulo Safie, en 1932 se crea la fábrica “El León” del palestino Arturo Gadala María. Y también participan en este auge textil inicial las familias Saca, Martínez Saprissa, etc. En 1944 los principales grupos industriales-comerciales están encabezados por las familias Meza Ayau, De Sola y Daglio.
En 1948 el gobierno de Oscar Osorio marca un viraje en el rumbo económico del país y entre sus primeras medidas pro industrialización, paga favores y nombra a Víctor de Sola presidente de CEL, puesto que mantuvo hasta 1978. Esto le permitió a este clan familiar de origen judío, convertirse en “la cabeza de una fracción poderosa y relativamente nueva de la gran burguesía nacional” (Castellanos 2002) y además por su presencia en la Compañía Salvadoreña del Café pudieron aprovechar las oportunidades abiertas por el mercado internacional, para obtener fabulosas ganancias.
De Sola era el mayor beneficiador y comercializador del café, fabricante de aceites y jabones, y lotificador de terrenos urbanos. El siguiente año, en 1949, se crea la empresa Cementos de El Salvador, CESSA, (hoy propiedad del gigante suizo-francés Holcim-Lafarge) que era propiedad de la familia Belismelis, dueños de la caleras de Metapan. Y en alianza con la familia Regalado.
El gobierno de Osorio marcó la entrada a una etapa basada en el modelo de sustitución de importaciones, y entre los años 1945 a 1952 el sector industrial experimenta un notable crecimiento e incluye la producción fabril de bebidas, alimentos, tabaco, textiles y calzado que pasan de ser pequeños talleres artesanales con tecnología rudimentaria a sistemas mecanizados.
En 1950 la irrupción de estos sectores industriales modernizantes permite la ruptura del férreo control que los grupos agro exportadores de café, Quiñonez y Guirola, mantenían sobre el Banco Salvadoreño, el que desde 1885 representaba los intereses de los cafetaleros de la zona central (Familias Trigueros, Duke, Guirola). Y es así que en ese año un extenso grupo de cafetaleros de las tres zonas del país (Dueñas, Regalado, Hill, García Prieto) junto con el mayor industrial de la época, Rafael Meza Ayau hijo, fundan el Banco de Comercio (hoy Scotiabank).
Meza Ayau representaba un emergente sector comercial-industrial de la gran burguesía, que había monopolizado durante cuarenta años la producción de cerveza. Y de esta manera rompen con el monopolio ejercido por el Banco Salvadoreño desde 1935, avalado por el General Martínez. Y cinco años más tarde, otro fuerte grupo de agricultores, ganaderos y comerciantes, se separa del Banco Salvadoreño, esta vez dirigido por los grupos empresariales Sol-Millet y Escalante Arce para dar origen al banco Agrícola Comercial, hoy propiedad de Bancolombia.
En 1953 se crea la primera fábrica de café soluble, Productos de Café S.A., con un capital social de 3.5 millones de dólares, divididos entre la estadounidense Ibec Food Inc. (empresa del Grupo Rockefeller) y los grupos empresariales salvadoreños De Sola, Dueñas, Hill, Palomo y Álvarez). En este contexto, el capitla japonés crea en 1955 la fábrica Industrias Unidas (IUSA) y en 1966 la fábrica Industrias Sinteticas de Centro America (INSINCA) . Por esos años aparecen en el mercado los famosos peines plásticos, que eran producidos por la empresa Amapola, propiedad de Jacin Hasbun, pionero d ela industria plástica en El Salvador.
Para la década comprendida entre los años de 1960 a 1970, la industrialización en El Salvador crece aún más fundamentalmente por la creación del Mercado Común Centroamericano. Y los productos salvadoreños invaden Honduras y Nicaragua. Durante este período surgen importantes ramas industriales como petróleo, maquinaria eléctrica y no eléctrica, plástico y minerales no metálicos. Es en este periodo que surge por vez primera un proletariado industrial. Pero en julio de 1969 el conflicto con Honduras viene a quebrar este proceso y a abrirle paso a una prolongada crisis estructural.
En los años setenta la industria manufacturera entra en crisis como resultado de la ruptura del Mercado Común Centroamericano, aunque logra desarrollarse la producción de bienes intermedios tales como textiles, productos químicos, papel, cartón y derivados del petróleo. En los años ochenta la Guerra Popular Revolucionaria ocasiona la virtual paralización del desarrollo industrial, el cual recupera su vitalidad luego de los Acuerdos de Paz de 1992 y se ha venido desarrollando con sus altibajos hasta la actualidad, enfrentando nuevas situaciones.
Entre estas, los procesos de privatización de los años noventa del siglo pasado ( energía, telecomunicaciones, AFP), los caules junto con los procesos de globalización neoliberal de este siglo ( venta de bancos, cemento, línea aérea, cerveza) han provocado el surgimiento de una nueva clase dominante, de una nueva burguesía, integrada por representantes de filiales de corporaciones transnacionales; la antigua oligarquía financiera ( siete grupos empresariales alrededor de cinco bancos) hoy dedicada al mundo del comercio y los servicios; nuevos sectores burgueses no oligárquicos ( de la construcción, seguridad privada, medios de comunicación, exportación de café, entre otros) y una empresa municipal de capital salvadoreño-venezolano, del Grupo Alba, que participa en combustibles, alimentos y servicios financieros (Pineda 2013)

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