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martes, 18 de julio de 2017

Venezuela, la batalla de la narrativa



Carlos Fazio /II
La Jornada 
Caracas. Este domingo 16 de julio dio inicio en Venezuela una nueva fase de la guerra no convencional de factura estadunidense, que la cúpula extremista y maximalista que se apoderó de la conducción de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) ha denominado la Hora 0.
En medio de una sostenida violencia de corte paramilitar y terrorista que supera los 100 días de duración, la puesta en escena de la consulta ciudadana se dio en el marco de anuncios catastrofistas, como el del dirigente neofascista Freddy Guevara, quien aseguró en un canal de televisión que luego del plebiscito en contra de las elecciones para constituir la Asamblea Nacional Constituyente, vendrá algo que nunca hemos visto en nuestro país”.
Guevara habló de un levantamiento total, que a juzgar por los manuales de la Guerra No Convencional del Pentágono, augura escenarios tipo Libia o Siria. Es decir, estaríamos en el inicio del estallido de una guerra fratricida entre venezolanos, con intervención de potencias extranjeras, mercenarios y grupos paramilitares.
Y es que más allá de los resultados ilegítimos y fraudulentos de la consulta, que serán propagandeados urbi et orbi por la canalla mediática trasnacional con fines de legitimación, el objetivo del plebiscito-trampa de la MUD sigue siendo el mismo: derrocar al presidente constitucional y legítimo de Venezuela, Nicolás Maduro.
La también llamada etapa decisiva es una nueva fase del golpe de Estado continuado o permanente que en los pasados tres meses ha sumido al país en una violencia caótica y desestabilizadora de nuevo tipo, que utiliza como forma de lucha política una metodología terrorista. Es decir, el uso ilegal, premeditado, calculado y sistemático de una violencia indiscriminada y letal contra población civil, para provocar miedo y un terror paralizante en la sociedad.
Con apoyo de la jerarquía conservadora de la Iglesia católica local; de un grupo de gobiernos derechistas de Europa y del hemisferio agrupados en la Organización de Estados Americanos (OEA) bajo la batuta de Washington, y de los principales conglomerados mediáticos del orbe; siguiendo tácticas sicosociales y político-militares de los manuales de la guerra asimétrica, irregular o híbrida del Ejército estadunidense, y en el marco de una intensificación de acciones bélicas de corte terrorista, la nueva escalada de la MUD intentará formar un gobierno de transición o paralelo con un gabinete de emergencia.
Como admitió el disidente de la MUD Enrique Ochoa Antich, esa estrategia busca crear un poder paralelo al institucional y legalmente constituido; una suerte de gobierno en el exilio pero adentro, que podría degenerar en más violencia armada y polarización social y en una guerra civil financiada desde el exterior, incluso con una intervención extranjera.
Además de ser una maniobra diversionista y engañosa para sus seguidores, el fraude plebiscitario busca deslegitimar internacionalmente al gobierno de Maduro y convertir a Venezuela en una Estado forajido o fallido para justificar una intervención humanitaria de EU y sus aliados.
Para ello, en la fase anterior Washington y algunos países de la OEA −Canadá, México y Colombia con sus paramilitares incluidos−, han avalado las acciones de terroristas que utilizan armas letales como bombas, cocteles molotov, niples, guayas para degollar motociclistas, chopos, morteros, cohetones y armas de fuego contra civiles.
Es un terrorismo de nuevo tipo, que mediante campañas de saturación mediática se encubre bajo una apariencia de movilización pacífica; si fueran pacíficos no estarían armados ni lincharían o convertirían a sus víctimas en piras humanas; tampoco incendiarían centros de salud y guarderías con niños adentro, ni destruirían toneladas de alimentos y productos de primera necesidad que iban a ser destinados a los barrios populares.
Tras la fracasada estrategia golpe de Estado-paro petrolero-abstención de 2001/2006, de 2014 al presente EU y los medios hegemónicos han logrado ganar la guerra simbólica en el exterior (aunque no en lo interno), mediante matrices de opinión donde la violencia terrorista de la MUD siempre es válida y justa, y la respuesta gubernamental represiva y propia de un Estado forajido violador de derechos humanos.
Con el agregado que para montar esa ficción de lucha política democrática, las concentraciones violentas de la oposición pacífica siempre cuentan con camarógrafos y fotógrafos que operan como una unidad de combate terroristas/medios, ya que las imágenes, sumadas luego a una narrativa sesgada de las redacciones, son un engranaje clave de la guerra sicológica de masas.
En la coyuntura, tras decrecer el respaldo clasemediero a las protestas, la MUD y sus patrocinadores inventaron un mecanismo paralelo al referéndum constitucional. Una consulta seudojurídico y anticonstitucional, ya que el plebiscito no existe en la normatividad venezolana vigente, cuya finalidad es profundizar el desacato de la Asamblea Nacional y servir como medio de legitimación de actos de sabotaje, paros de transporte y del sector petrolero para colapsar la economía, más violencia callejera para paralizar e inhibir la acción gubernamental y un eventual control de territorios en ciudades importantes. El apoyo político-diplomático del exterior es clave para legitimar una invasión, según anticipó el diputado Juan Requesens, de Primero Justicia.
Sin el componente de violencia la conducción neofascista de la MUD carece de proyección mediática, en una coyuntura interna donde la correlación de fuerzas interna no le favorece. Maduro y el chavismo mantienen el poder asentado en una unidad cívico/militar con una férrea unidad de mando. A ello se suma el respaldo activo de las comunas; colectivos populares organizados, y una milicia de 500 mil hombres y mujeres armados en todo el territorio.
Cuentan además con recursos legales y con los organismos institucionales enc
argados de aplicarlos. No obstante, de aquí al 30 de julio serán días de gran tensión.

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