Página/12
Cuando no se tiene
razón, hay que apelar a los chivos expiatorios. La derecha lo ha hecho a
lo largo del tiempo, desde el nazismo, pasando por la Guerra Fría,
hasta llegar a hoy. Sin una agenda positiva para proponer y teniendo que
esconder sus objetivos reales, la derecha se limita a crear y a
incentivar a chivos expiatorios que habría que combatir.
Hoy se trata
de enarbolar el fantasma de la inflación y de la corrupción. La
confluencia de ambos resulta en la demonización del Estado, al que se
responsabiliza tanto por la inflación como por la corrupción.
Estos
son los chivos expiatorios actuales del neoliberalismo para intentar
hacer pasar su modelo basado en los sacrificios de la gran mayoría de la
población y de ganancias para los bancos. Se trata de construir
enemigos imaginarios que desvíen la atención de los problemas reales de
nuestras sociedades. En cualquier esfera de actuación, apelar a los
chivos expiatorios sirve para desplazar los términos reales del debate.
Las justificaciones para una mala gestión, en cualquier ámbito, pueden
consistir, en conducciones burocráticas, en buscar a alguien o a algo
que ha frustrado las buenas intenciones y los nobles objetivos de una
gestión. Es más fácil quitarse responsabilidades encontrando
responsables externos, ajenos a los encargos de quien dirige, apuntando
el blanco de los ataques a quien lo precedió en la gestión, incluso en
tiempos lejanos, en lugar de enfrentarse a sus propios errores y
fracasos.
La derecha suele actuar de esa forma, aunque
conducciones burocráticas de distintas instancias puedan apelar a los
chivos expiatorios, cuando se ven enfrentados a sus propios errores.
EE.UU. es campeón en construir enemigos externos para galvanizar las
fuerzas internas y sus aliados internacionales en combates ilusorios,
que camuflan sus reales intereses y objetivos.
El fantasma del
“comunismo” tuvo ese rol en todo el período histórico de la Guerra Fría.
Terminado el período, con su victoria, pasó a buscar nuevos chivos
expiatorios, considerando el tráfico de drogas como posibilidad, hasta
que pasó a centrarse en la lucha en contra del terrorismo. Es un blanco
en el que tratan de combinar con el islamismo, para darle una cara más
visible. Pero ese blanco no es suficientemente abarcador para permitir
al país líder del bloque imperial desplegar todas sus fuerzas y atacar a
sus enemigos reales. En la lucha en contra de la expresión más fuerte
del terrorismo, el autoproclamado Estado Islámico (EI), EE.UU. tiene
muchas dificultades, sea porque sus mayores aliados en Medio Oriente,
liderados por el gobierno de Arabia Saudita, apoyan activamente al EI,
sea porque el país que actúa de forma más eficiente en esa lucha en la
región es Rusia y no los EE.UU.
Sin embargo, construir chivos
expiatorios y utilizarlos en la lucha política es un arma de corto
alcance y de corta duración. La realidad es implacable frente a esas
construcciones ilusorias. Nadie fue más chivo expiatorio en la historia
latinoamericana que Perón. Que, sin embargo, volvió al gobierno en los
brazos del pueblo. Tantos otros fueron y son utilizados como chivos
expiatorios.
El mismo populismo es un fantasma creado por los
liberales y por la derecha en general, sin defensa frente a políticas
que atienden las necesidades profundas del pueblo. ¿Que pasó con los que
han hecho carrera política en el combate y en la proscripción de Perón y
qué lugar reservan la historia y el pueblo argentino a unos y a otro?
En
su último viaje al exterior, a Buenos Aires –donde me dijo que iba a
“sufrir una semanita”, como forma de expresar todo lo que iba a
disfrutar–, Marco Aurélio García hizo la analogía de que en la memoria
del pueblo brasileño Lula está definitivamente presente como Perón y el
peronismo están presentes en la memoria del pueblo argentino. El que
hayan hecho de Perón el chivo expiatorio mayor, para practicar sus
políticas antipopulares y antinacionales, solo contribuyó a que Perón se
entronizara eternamente en la historia y en la memoria del pueblo
argentino. Igual que los ataques y, ahora, la condena a Lula, no ha
afectado para nada su prestigio y su popularidad en Brasil.
Los
chivos expiatorios y los infelices que los han creado y alimentado
pasan, la memoria de los pueblos y la misma historia siguen adelante.
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