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domingo, 13 de agosto de 2017

Volver, con la frente marchita



Guillermo Almeyra
Este domingo los argentinos votarán en las PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias) donde los partidos escogerán los candidatos que presentarán en las elecciones legislativas de octubre en las que se renovará un tercio del Senado (para el periodo 2017-2023) y casi la mitad de la Cámara de Diputados (2017-2021).
En las PASO se verá, en primer lugar, cuál es la magnitud de la abstención y, segundo, cuál es el peso relativo de las distintas corrientes que forman los dos conglomerados (por un lado Cambiemos, la alianza de todos los neoliberales de derecha y, por el otro, el peronismo, también neoliberal pero subdividido entre diversas tendencias, desde los fascistas hasta los kirchneristas).
También se medirá la influencia real del kirchnerismo después de su derrota ingloriosa que hizo posible el gobierno de Mauricio Macri. El Frente de Izquierda y de los Trabajadores, por su parte, va a la PASO unido y podrá comprobar en qué medida y dónde aumenta su caudal electoral con la actual división del peronismo entre quienes están con Macri, los supuestos opositores que forman parte del Frente para la Victoria (FPV) peronista pero le han votado todas las peores leyes a Macri y quienes como el ex primer ministro kirchnerista Sergio Massa se presentan contra Macri y contra el Frente para la Victoria y la Unidad Ciudadana kirchnerista.
Ésta es una agrupación electoralista creada por Cristina Fernández de Kirchner después de su largo ostracismo y tiene en su seno no solamente a gente de la izquierda peronista sino también a algunos viejos dirigentes de la Unión Cívica Radical (UCR) de la provincia de Buenos Aires, como Leopoldo Moreau (que no acató la alianza entre la UCR y Macri, favorable a este último) y a algunos sectores de los partidos de izquierda tradicionales absorbidos por el kirchnerismo.
Cristina Fernández tiene como fundamental objetivo ser elegida y obtener inmunidad parlamentaria y romper la imagen de corrupción que dejó su gobierno y por eso formó su lista (en la que se presenta como candidata a senadora por la provincia de Buenos Aires) escogiendo como segundo al ex canciller Jorge Taiana, un hombre antimperialista y honesto, se apoya en la honestidad de sus seguidores socialistas y comunistas, y trata de asegurar esa honestidad presentando para otros puestos militantes nuevos de la segunda y tercera fila del peronismo pero busca no asustar a nadie y ni menciona Venezuela.
La lista de la ex presidente espera ganar la primera minoría en la provincia de Buenos Aires, la más poblada e industrial del país para influencia al resto el país en las elecciones legislativas de octubre y, con ese fin, Cristina Fernández trata de diferenciar sus discursos y actos públicos de los del peronismo clásico y de los del FPV, eliminando los símbolos peronistas y cualquier referencia a los trabajadores (que cree ella, la van a votar de todos modos) y hablando de la ciudadanía –su partido se llama Unidad Ciudadana– como si éste fuese homogéneo y fuese posible unir al ciudadano oligárquico terrateniente y al ciudadano banquero-usurero con el ciudadano obrero desocupado o la ciudadana trabajadora industrial o doméstica.
Además de esa noche en que todos gatos son pardos, condena las políticas del macrismo pero sin hacer la menor autocrítica por el hecho de que esas políticas tienen sus antecedentes en las que ella misma aplicó durante su presidencia (como la ley antiterrorista aplicable a las movilizaciones obreras o el pago sin chistar de 200 mil millones de dólares de deuda que dice ahora que va a auditar).
Es probable que la ex presidente logre ser elegida senadora por un partido que no tiene una sola idea y que es sólo un instrumento electoral y, según las encuestas de opinión, es posible que consiga más de 30 por ciento de los votos en el conurbano de Buenos Aires, donde más golpea la desocupación y el aumento de la pobreza (su adversario principal, un ministro macrista, obtendría cerca de 23 por ciento, más que los candidatos de Massa y del FPV), pero la provincia de Buenos Aires es un caso particular y grandes provincias, como la de Córdoba y la de Santa Fe y otras menores no repetirían esa relación de fuerzas.
Cristina Fernández sigue los consejos de profesionales mercenarios en la dirección de su campaña y, además, malinterpretó el triunfo del presidente francés Emmanuel Macron y cree que éste ganó la mayoría absoluta porque –aunque es un hombre del gran capital– se diferenció de la izquierda y de la derecha. Cristina Fernández, como Macron, no tiene en cuenta el significado de las abstenciones (en Francia votó menos de la mitad del electorado que, en cambio, en la próxima ola de movimientos sociales seguramente va a votar luchando contra las leyes antiobreras como del trabajo). Cristina Fernández se tomó en serio las tonterías de Laclau y no hace análisis de clase, tal como no lo hacen sus seguidores y aduladores de izquierda, pero si es elegida senadora –y probablemente lo será– la oligarquía, su prensa y el imperialismo se van a encargar de recordarle que las clases aún existen porque los ataques oligárquicos e intentos de meterla presa que hasta ahora ha sufrido van a parecer cosa de niños.
Fernández de Kichner habla de volver, como Perón en su momento. Ya se sabe qué pasó con la vuelta de Perón al que llamaron los militares para frenar a los trabajadores y que en el día mismo de su llegada al aeropuerto de Ezeiza hizo una matanza de peronistas de izquierda y después trabajó con los asesinos de las tres A (Alianza Anticomunista Argentina) paramilitares organizados por el gobierno para destruir la izquierda peronista que le apoyaba. Cristina Fernández, en cambio, tiene desde ya vetado por la derecha y el imperialismo el camino del retorno porque para volver tendría que producirse una movilización como la de diciembre de 2001, pero en todo el país
que no sería para repetir un gobierno neoliberal. “Volver, con la frente marchita…” quedará por eso en el tango y en la voz de Gardel.

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