La Jornada
El Departamento de
Seguridad Interior de Estados Unidos confirmó ayer que el 9 de
septiembre de 2019 terminará el estatuto de protección temporal que
exime de la deportación a 200 mil salvadoreños, desde que una serie de
terremotos provocó una grave crisis humanitaria en la nación
centroamericana en 2001.
Con esa decisión del gobierno de Donald Trump –que reproduce la
tomada contra los nacionales de Nicaragua y Haití–, quienes no puedan
acceder a otra forma de regularización migratoria en los próximos 18
meses quedarán enlistados como objetivos prioritarios para la
deportación.
Para tener una dimensión del impacto de este nuevo embate
antimigrante, debe considerarse que la cantidad de personas amenazadas
por la expulsión representa 3 por ciento de la población de El Salvador,
por lo que su regreso en masa significa un desafío mayúsculo. Además,
al número de personas directamente afectadas debe sumarse el de quienes
obtenían su sustento de las remesas enviadas por los trabajadores
expatriados, cifra que podría triplicar a la de quienes regresan. Este
dato no es menor, pues se estima que 20 por ciento de los hogares
salvadoreños recibe ingresos de ese tipo, que en su conjunto representan
17 por ciento del producto interno bruto de esa nación.
Además de las desastrosas secuelas económicas, una medida como la
referida conlleva un incuantificable daño humano, debido a la separación
de las familias, cuyos miembros más jóvenes nacieron y crecieron en
Estados Unidos; por la destrucción de tejidos comunitarios enteros, y
por la inserción forzada de personas en una sociedad que en muchos casos
desconocen, en la que no existen oportunidades de integración laboral, y
para colmo que vive bajo uno de los peores niveles de inseguridad a
escala mundial.
Como ha sucedido con anteriores decisiones que perjudican a
millones de personas, el gobierno estadunidense anunció esta medida
cuando el magnate Trump se encuentra inmerso en un nuevo escándalo por
la publicación de un libro que recoge la pobre opinión que buena parte
de sus colaboradores tiene de sus capacidades.
Como si fuera una demostración de la frivolidad por la que se le denuncia en el súbito best seller,
ayer el mandatario dio un golpe que, a cambio de agradar a sus bases
más recalcitrantes, amenaza con llevar al colapso a la economía
salvadoreña, lo cual podría derivar en una auténtica catástrofe
humanitaria.
De manera lamentable, el gobierno de México ha demostrado estar lejos
de la altura de las circunstancias, dando evidencias de una vergonzosa
sumisión a los dictados de Washington y apostando la defensa de sus
ciudadanos a una hipotética legislación que parece punto menos que
imposible, con el dominio republicano en ambas cámaras del Congreso
estadunidense.
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