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jueves, 12 de abril de 2018

El acosador-en-jefe, con la soga al cuello


Claudio Lomnitz

Donald Trump ha conseguido transformar la huida hacia adelante en una forma de gobernar. Tapa la investigación sobre la injerencia de Rusia en su campaña, armando una guerra comercial con China; tapa el desastre que le están generando los nuevos aranceles chinos en sus bases de agricultores, mandando tropas a la frontera con México. Tapa la posible reacción mexicana a sus injurias, amagando una invasión a Siria. Y así se va, haciéndose cada vez más rico, de crisis en crisis... En la lucha libre, sería un gran rudo, por fanfarrón, cobarde y marrullero; es un estilo diametralmente opuesto a la sobriedad patricia histórica del presidente de Estados Unidos.
Dada esta estrategia, interesa constatar que lo que le está costando más trabajo tapar a Donald Trump no son los conflictos con los grandes intereses económicos y políticos internos y externos, sino el sinfín de abusos y groserías que acumuló en una larga carrera de playboy y cuasi proxeneta. Hay toda una estela de conejitas, actrices y prostitutas que han presentado quejas por acoso sexual; y otras tantas que, simplemente, quieren hablar de la vez en que se acostaron con él.
Hasta ahora, la estrategia para acallar este contingente se ha basado más que nada en la cooptación, sellada en un documento legal llamado en inglés un non-disclosure agreement (acuerdo de no divulgación), que puede ser entendido como el equivalenta corportivo de la famosa omertá, o pacto de silencio de la mafia italiana. Si firmas, no puedes hablar.
El uso de estos acuerdos de no divulgación ha sido una obsesión de Trump. Así, hace unas semanas The Washington Post reportó que el ahora presidente obliga a todos los miembros de su equipo en la Casa Blanca a firmar esta clase de contratos, aunque está seriamente en cuestión si este pacto no viola la ley, que obligaría a estos funcionarios a declarar si hubiesen presenciado alguna violación de las normas. No importa. Trump ha hecho su fortuna invirtiendo carretadas de dinero en abogados –los usa para intimidar o acallar a los más pobres– y, sobre todo, para firmar acuerdos de silencio a cambio de dinero. Y todo eso le ha funcionado de maravilla.
Sólo que, como dicen, nunca falta un roto para un descocido, y Trump ha encontrado por fin un contrincante que está a su medida: la estrella pornográfica Stormy (Tormentosa) Daniels. Un clavo saca a otro clavo, y quizá sólo una ruda pueda desbancar al rudo que desgobierna desde la Casa Blanca. Así, la tormentosa Stormy, con su inteligente abogado, amenaza con ganar tanto el pleito de abogados, como el que se viene en los medios.
Stormy Daniels y Donald Trump tuvieron relaciones sexuales pocos meses después de que Melania dio a luz a Barron Trump. Ese hecho hubiera bastado para desbancar a cualquier otro presidente de Estados Unidos, pero estamos ya en otra realidad, en otro país, donde hasta los evangélicos apoyan a un conocido acosador sexual, a cambio de concesiones políticas. Tiempo después, cuando Trump iniciaba su campaña política, su abogado, Michael Cohen, dio a Stormy 130 mil dólares a cambio de que firmara un acuerdo de no divulgación de sus relaciones con su jefe. Es justo que Trump ahora se esté tambaleando no tanto por haberse acostado con Stormy, sino por hacerla firmar este convenio.
Y es que el acuerdo de no divulgación que firmó Stormy no viene signado por Trump, por lo cual el abogado de Stormy pide que se aclare quién está obligando a quién a hacer qué. Presionado ya por la prensa, Trump declaró que él no había firmado el arreglo, ni sabía nada de aquello, y ahora el abogado de Stormy busca que un juez declare inválido el contrato, cosa que significaría que Donald Trump tendría que declarar ante un juez, lo que lo abriría a la posibilidad de perjurio, si declarara, por ejemplo, que nunca tuvo relaciones con Stormy Daniels, y resultara que ella tiene pruebas de lo contrario; o si declarara que no tenía conocimiento alguno de las acciones de su abogado, y Stormy tuviera por ahí pruebas que sugiriera que sí las tenía.
Por otra parte, si Trump y Cohen deciden que el acuerdo de no nivulgación no existe, y que Stormy es libre de declarar lo que quiera, no sólo tendrá el presidente que enfrentar la publicación de un best-seller garantizado, y declaraciones sin fin en la prensa de Stormy que hablen del tamaño del pene del presidente, o lo que sea, sino que además tendrá Trump que enfrentar una demanda de Stormy por difamación, ya que ha dicho bastantes cosas sobre ella.
Hay, por último, un importante detalle. Si Trump no pagó los 130 mil dólares, como ha declarado, sino que los pagó su abogado de su propia bolsa, cabe una investigación judicial para ver si ese dinero no constituiría entonces una donación de campaña, ilegal, por parte de Cohen a Trump. Y en esas estamos. Anteayer, la FBI cateó las oficinas de Michael Cohen e incautó sus documentos. Trump ya está gritando que se trata de una cacería de brujas, pero lo cierto es que Stormy está consiguiendo lo que no había logrado nadie.
El mundo debe estar atento y sobre aviso, porque la estrategia de Trump será, sin duda, intentar otra huida hacia adelante.

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