Somos un Colectivo que produce programas en español en CFRU 93.3 FM, radio de la Universidad de Guelph en Ontario, Canadá, comprometidos con la difusión de nuestras culturas, la situación social y política de nuestros pueblos y la defensa de los Derechos Humanos.

domingo, 15 de abril de 2018

La mentira más grande del mundo

Venezuela
Pablo González Casanova

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Nicolás Maduro, presidente de Venezuela (acompañado por su hijo Nicolás), levanta su puño derecho al llegar ayer al desfile militar en Caracas para conmemorar el 16 aniversario del retorno del general Hugo Chávez al poder después de un fallido golpe de Estado en su contra, en 2002Foto Ap

Nunca el imperio había mentido tanto como lo que hoy ignora en relación con un poder perdido.
Las ridículas y pedantes amenazas de su Gran Jefe, como supuesto defensor de la democracia, son vistas como las de un demente que, al amedrentar al mundo con su inmenso poderío, a nadie convence con sus desplantes y mentiras. Preocupan sus declaraciones y decisiones por la ferocidad insana que expresan y que pueden terminar en un holocausto que él mismo viviría, en sus últimos momentos, y haría vivir a los suyos y al país que gobierna.
El problema es aún más grave, porque Mr. Trump, con su amenazadora cólera de Zeus tronante, es sólo una expresión de la crisis y ceguera que padecen las clases dominantes de su imperio y de otros que en una ofensiva mundial lo apoyan, combinando su silencio cómplice con sus medios de comunicación masiva en un concierto de intereses y codicias comunes.
Las potencias dominantes y los distintos apoyos financieros, militares, políticos y mediáticos de que se sirven, por lo general, dejan a un lado sus distintos estilos de dominación y acumulación y arremeten en función del poderío de sus dueños y señores y de los intereses que unos y otros pretenden defender como valores respetables y de los que cada vez se burlan más, como la democracia, los derechos del hombre y el estilo de vida civilizado, honorable y eficiente.
En el caso de Estados Unidos, los intereses y valores que realmente mueven a los señores de las grandes corporaciones, los llevan a apoyar, en sus zonas de influencia y en las regiones que dominan –para el caso de América Latina y el Caribe–, a gobiernos golpistas, hoy encabezados por los nuevos ricos multimillonarios, como Michel Temer en Brasil y Mauricio Macri en Argentina, mientras erosionan el poder de los gobiernos y movimientos de tendencia socialista, nacionalista o moderadamente patriótica, a los que debilitan con variadas medidas de represión, corrupción, cooptación, presión y desestabilización, como lo han hecho contra la propia Cuba invicta, la cada vez más contradictoria Bolivia, la ya muy deshecha Nicaragua o el ya traicionado Ecuador.
Es más, como muchos triunfos de pasadas revoluciones y rebeliones o movimientos progresistas han sufrido, con el tiempo, crecientes contradicciones, en todos ellos y en las recientes luchas y victorias democráticas y sociales, impulsan políticas que hacen caer a los países víctimas en una incesante desestructuración, desintegración, desorganización. Para eso se sirven –con muchos otros recursos– de las crecientes contradicciones en que caen los regímenes de antiguas revoluciones como la mexicana o de los gobiernos populistas y sus sucesores, como los de Brasil y Argentina. A todos les aplican medidas de efectos directos e indirectos que, al impulsar la cultura de la negociación y de la globalización neoliberal privatizadora del Estado, han promovido en grande, de un lado, la cultura del individualismo, del enriquecimiento multimillonario y de la macrocorrupción, y del otro, el desmantelamiento del Estado-nación o de sus poderes, sus empresas y recursos estatales y nacionales, así como la pérdida de sentido del interés general y el bien común en los partidos políticos. Descartadas ideologías y programas en las luchas políticas, con alternativas que tengan alguna posibilidad de cumplirse, ya sea en lo social o en lo nacional, los proyectos de futuro se limitan a ofrecer dizque terminar la corrupción o el narcoterrorismo sin explicar cómo lo harán. Partidos y políticos profesionales del gobierno en turno y de la oposición ni siquiera defienden un programa político que impida el despojo de los recursos de la nación o incluso uno moderadamente patriótico que se proponga defender la educación pública de las ciencias, las técnicas y las humanidades a todos los niveles, y que sea capaz por su política financiera y económica de proporcionar empleo y seguridad social a los egresados, por brillantes que sean. Es más, ningún partido político presenta y defiende un programa de control monetario y productivo o de servicios o que proponga las medidas necesarias para dar fin al terror y al sistemático despojo del suelo y el subsuelo de la nación, con el consiguiente desempleo de inteligencias y brazos, causa fundamental de las crecientes emigraciones de campesinos ya despojados de sus fuentes de vida y de trabajo por las grandes corporaciones agrícolas, mineras, industriales, que mediante los sicarios imponen el terror y el narcotráfico, los dejan sin seguridad alguna, sin territorio ni tierra, sin agua, alimentación, salud…
Así, mientras ningún partido o movimiento institucional defiende un programa coherente que permita salir de tan grave situación, surge un creciente rechazo a los emigrantes que intentan refugiarse en los países sede de las corporaciones y del poder imperial. Desestructuradas las naciones en desarrollo –así sea éste desigual– de hecho, los partidos ya no tienen nada que ofrecer que puedan cumplir. Su papel en la democracia simulada, neoliberal, globalizadora, rapaz, es obtener puestos pagados de elección popular, cuyos agraciados hagan negocios con la venta de los bienes que el Estado aún conserva, a sabiendas de que si llegan a ser acusados de corrupción nada les pasará, si llegan a ser denunciados nadie los enjuiciará, si son sancionados nadie los perseguirá y si los persiguen nadie los encontrará. Todo eso ocurre porque de principio a fin y de arriba abajo, corrupción y capitalismo tardío forman parte del actual sistema global y su funcionamiento, como política de la acumulación por despojo y de explotación de los recursos humanos y naturales con las tecnologías más avanzadas y la mano de obra más mal pagada, cuando no esclavizada, o tributaria y ya despojada de sus antiguos recursos por los sicarios del gran capital y los gobiernos aliados subordinados. Como los beneficios de acción formal y legal caben en el orden de los delitos para sus beneficiados principales del centro y la periferia, los grandes bancos, que dominan el sistema, han establecido sus propias redes de paraísos fiscales, que de paso sirven para no pagar impuestos al fisco y esconder los miles de millones hurtados con un efecto conocido, por el que viejos y nuevos multimillonarios se enriquecen más y más con todo tipo de alianzas y apoyos de las corporaciones y bancos, hechos con los que se convierten más y más en estados tributarios, que con un lenguaje engañoso corresponden a crecientes tasas de interés por las crecientes e impagables deudas. Todo eso ocurre en una recolonización financiera que cuenta a más de las empresas calificadoras, como Moody’s y con las redes de bancos vampiros, dependientes ocultos de la gran banca o de pequeños Shylocks piadosos.
Esos y muchos otros rasgos de dominación y acumulación son los que caracterizan al sistema, y los que éste sigue defendiendo con el aberrante pretexto de que corresponden a las más novedosas y eficaces políticas científicas y a la lucha por la democracia y la libertad, argumentos con los que atacan en una guerra integral, formal a informal, pacífica y violenta, a todos los movimientos y países que atentan contra sus valores e intereses, entre los cuales han decidido hacer víctima privilegiada al actual gobierno de Venezuela.
El gobierno de Estados Unidos –con el apoyo de las grandes potencias de Occidente– lanza hoy la más feroz ofensiva contra el pequeño y valeroso país de Venezuela, a cuyo patriótico, rebelde y democrático gobierno acusa con indignación y saña de oprimir y hambrear a su pueblo, cuando en realidad es un país que con su gobierno y la inmensa mayoría de sus ciudadanos está plenamente identificado con una de las más grandes luchas liberadoras de nuestro tiempo.
En ofensiva integral y creciente, el gobierno de Estados Unidos y el complejo empresarial, militar, político y mediático de que aquél forma parte muestran la misma saña que, desde 1959, han mostrado contra la revolución cubana, y hoy mismo no sólo esperan que la situación les sea más favorable con el creciente peso que el mercado negro adquiere, y con la eliminación de sus necesarios proveedores de combustibles, que de seguir recibiendo puedan permitir a Cuba pasar nuevamente a un mayor desarrollo igualitario. Fomentan y toleran, por eso, el creciente mercado negro y crean ellos mismos misteriosos e improbados ataques con sonidos criminales que hacen víctima a buena parte del personal de la embajada de Estados Unidos y a nadie más de los alrededores. Con semejante engaño pretenden renovar el miedo a la vecina dictadura comunista con la que es imposible tener buenas relaciones cabales.
Paradójicamente –como ya ocurrió en la larga historia del proceso revolucionario en Cuba– hoy, frente al sostenido y creciente ataque contra Venezuela, ni el propio pueblo venezolano ni el poderoso imperio que con sus incontables engaños dice hacer todo lo posible por salvar al pueblo venezolano de una nueva y feroz dictadura, ni el imperio ni el pueblo empobrecido y rebelde logran derrocar al criminal e inepto gobierno, por lo que el imperio se ve obligado a añadir otro gran engaño, sosteniendo que la situación política de Venezuela representa sobre todo un gran peligro para la seguridad nacional de Estados Unidos.
Si semejante argumentación de la gran potencia no es del todo nueva, pues si antes decía defenderse del proyecto comunista, hoy es francamente ridícula, cuando en la mayor parte del mundo reina el capitalismo, y el gobierno de Venezuela está muy lejos de constituir un peligro para la seguridad de Estados Unidos por oprimir bárbaramente –según lo acusan– a su propio pueblo. En realidad es obvio que el superpoder imperial esconde algo más bajo la supuesta defensa del pueblo de Venezuela para librarlo de un gobierno inepto, represivo y corrompido y para dizque contribuir a que en el país se instale otro gobierno que sí respete la democracia y la libertad del pueblo venezolano, tal como la entiende el imperio, por ejemplo, en los casos de Brasil y Argentina, donde recientemente, con los tristemente famosos golpes blandos triunfe la democracia, al poner en la silla presidencial a un Temer en Brasil y en Argentina a un Macri, dos connotados millonarios que han adquirido su inmenso haber en formas ilegales comprobadas.
Lo extraño es que semejantes argumentos contra Temer y Macri, en el caso de Venezuela, han logrado un silencio cómplice y un gran apoyo entre las grandes potencias del mundo occidental, de sus gobiernos y sus medios de comunicación masiva, que en uniforme versión de la realidad hoy, más que ayer, obedecen a una subsidiada acometida informática favorable a quienes con millones de dólares subsidian a los medios, y que por tener los mismos intereses que el gobierno de Estados Unidos se suman a la lucha contra el bárbaro, cruel e inepto gobierno de Venezuela.
La denuncia de la barbarie y de las barbaridades del gobierno venezolano contra su propio pueblo muestran una extraña coincidencia con los argumentos del gobierno en turno de Estados Unidos y, de hecho, corresponden a una bien coordinada campaña apoyada tanto en diarias imágenes fotográficas y fílmicas de valientes aficionados, como en fotos y películas profesionales de los grandes canales de televisión, a las que se añaden análisis críticos y respetables publicados en las páginas editoriales de los grandes diarios del mundo, así como comentarios y noticias que los pintan como son en numerosas y no menos globales redes sociales, y hasta en los apoyos que el gobierno de Estados Unidos recibe en amplios círculos de sus dependencias, así como en los foros económicos y políticos que defienden los derechos del hombre, apoyos que se acompañan de cierta admiración y elogio a quienes han realizado un golpe blando, que a manera de impeachment estaban hasta hace poco por dar en Venezuela… cuando, para el desagrado mayúsculo de los apátridas, sufrieron una gran e inesperada derrota cuando el gobierno venezolano, tan criticado por inepto y autoritario, convocó a elecciones generales para la instauración de un nuevo congreso constituyente que de veras represente al pueblo y realice elecciones en las que la mafia, supuestamente democrática, se niega a participar, con ridículos pretextos de perdedora y a sabiendas de que sólo lograría mostrar en ellas contar con una inmensa minoría e impopularidad ciudadana.
Foto El doctor en ciencias políticas y sociología Pablo González Casanova, en imagen del 8 de mayo de 2008Foto Cristina Rodríguez
Y aquí es el momento de aclarar qué otras medidas han montado el imperio y las fuerzas oligárquicas empresariales locales y de los países vecinos, como Colombia, Brasil y la pequeña colonia que conserva Holanda, todas destinadas a desestabilizar y derrocar al gobierno enemigo de la civilización, de la democracia, de los derechos del hombre y de la seguridad de Estados Unidos. A esa aclaración será necesario añadir otras más que el imperialismo ha empleado en intervenciones anteriores, especialmente una que parece haber perfeccionado con el auxilio de las tecnociencias de la complejidad y de la comunicación, que para el caso corresponden a la construcción mentirosa de hechos que comprueban las acusaciones hechas y otras nuevas mentiras en que aparezcan el ineficaz gobierno y sus instituciones como lo que no son. También se hace necesario descubrir cómo no se trata sólo de lanzar engaños y mentiras, sino de sembrar pruebas de la punible, cruel e inescrupulosa política que cae en derecho penal, y den lugar a un procesamiento humanitario y judicial por jueces y tribunales que las grandes y humanitarias potencias integran y dominan, y que ahora es más conocido cuando los tribunales del imperio y sus aliados juzgan a los gobiernos de las naciones recolonizadas.
A la síntesis de esos hechos habrá que añadir también otra circunstancia significativa, y es que tamaña mentira no es sólo achacable al gobierno de Trump y las oligarquías criollas, sino que por lo menos empezó durante el gobierno neoliberal y globalizador de Barack Obama, lo que nos obliga a repetir estos hechos para no seguir extendiendo la creencia de que se trata de la política de un presidente mentalmente insano, sino de una medida acostumbrada por el imperio, falsamente atribuida al gobierno de un paciente mental metropolitano, y cuando en realidad es una más de las tradicionales y renovadas intervenciones del imperio y sus aliados y subordinados locales y regionales.
Pero incluso hasta aquí no habremos logrado hacer la síntesis de la mayor mentira del mundo si no aclaramos qué otra gran razón se esconde bajo la noble lucha, pero para preguntarnos: ¿por qué tan grandes batallas y tan poderosas fuerzas, con tamañas técnicas y políticas antiguas y modernas ahora renovadas y enriquecidas con las nuevas ciencias y tecnociencias, no han logrado derrocar al supuesto gobierno dictatorial y bárbaro de Venezuela, que destruye, desgobierna, empobrece y hambrea a su propio país? ¿Por qué?
En un análisis mínimo de los intentos de derrocar al actual gobierno de Venezuela pueden destacarse además algunas de las múltiples razones y políticas por las que la resistencia venezolana ha triunfado y seguirá triunfando.
La exponencial capacidad de resistencia comenzó desde que el comandante Hugo Chávez Frías mostró, en las palabras y los hechos, que la revolución venezolana tiene un carácter antimperialista y anticapitalista y que se debía y podía organizar una nueva fuerza apoyada por el ejército bolivariano venezolano y a cargo de un creciente sistema de poder basado en la estructuración de comunas y de redes de comunas, sus consejos y comisiones promotoras y coordinadoras.
En Venezuela se ha construido ya una resistencia invencible, que el presidente Chávez formuló y su sucesor Nicolás Maduro continúa, enriquece, apoya y explica, tanto en cada uno de sus actos de gobierno como en sus discursos y entrevistas. En todos ellos aparece con fuerza la coincidencia que sus palabras tienen, tanto en los hechos como en la estructuración de la realidad ética de que Chávez Frías fue precursor con un nuevo proyecto de revolución, no sólo venezolana, sino bolivariana, no sólo original por el hecho de que fue apoyada desde el principio y hasta ahora con éxito y creciente poder, tras el fallido intento de golpe de unos militares traidores dominados y encarcelados por su propio congruente ejército, apoyado por una inmensa multitud de los pueblos que bajaron de los cerros circundantes de Caracas para liberarlo y protegerlo, convencidos de que era el más valioso defensor del pueblo con los del propio pueblo. Chávez pudo continuar así con más fuerza, firmeza y apoyo un camino que, entre variaciones concretas, tiene y tendrá efectividad universal con aquellos ejércitos que se unan por convicción ética y política a los empobrecidos pueblos del mundo. Pueblos y ejércitos que hagan suyo el interés general podrán construir y construirán otro mundo sin duda posible, en que la organización de la vida y el trabajo sean capaces de alcanzar la práctica concreta de la libertad, la justicia y una genuina democracia estructurada como poder de los ciudadanos, en todo diferente a la que deja fuera y hasta sin el derecho formal de ser considerados como ciudadanos a los pobres de la tierra, siervos, medieros o asalariados y otros, que siendo desaparecidos en creciente número han sido reducidos a la esclavitud.
Si en las alternativas al mundo actual, el movimiento del 26 de julio en Cuba y el del EZLN en México, han abierto caminos de vida, libertad, justicia y democracia que son referente universal, a ellos se añade hoy el que en Venezuela inició el general revolucionario Chávez, no sólo al expresar formas éticas e ideológicas de las que Nicolás Maduro es fiel e intachable heredero, sino de formaciones de lucha en que la moral se fundamenta o practica con la estructuración en los hechos y va mucho más allá de las palabras sobre una sociedad libre, democrática y socialista. Va de las palabras a los hechos.
Así, cuando queremos aclarar por qué no ha logrado la gran mentira derrocar al gobierno revolucionario de Venezuela tenemos que explorar tanto lo nuevo en los ideales y valores de los insumisos, como los que se hacen realidad en la variada organización de la resistencia militar, a la que se suma la fuerte y estructurada resistencia intelectual y moral, que fortalece los valores con palabras y hechos.
A tamaña unión se añaden otras fuerzas no menos importantes, que de un lado incluyen el poder defensivo en esta guerra integral –llamada de cuarta generación–, cuyo campo de lucha abarca todas las actividades materiales e intelectuales, financieras, económicas, políticas y bélicas, articuladas entre sí, y en las de no menor importancia, que no sólo respetan y hacen respetar las diferencias religiosas y filosóficas, sino con las que en el caso de Venezuela identifican su manera de pensar con las de creer y hacer de dirigentes, como lo hizo reiteradamente Chávez, con el catolicismo en lo religioso, con el marxismo en lo científico y lo revolucionario y con el liberalismo ilustrado y radical, como el que Bolívar –Padre de la Patria– representa en Venezuela, con las ideas que vinieron de la Ilustración y de la revolución francesa y que en Hispanoamérica se reformularon por Bolívar al proponer como meta alcanzar un gobierno en que se estructure la soberanía del pueblo, única autoridad legítima de las naciones, y por eso, capaz de imponer, con su poder organizado, la máxima felicidad posible de todos los habitantes, y capaz de lograr como realidad la unión de nuestros países en una gran nación que los incluya.
Llegados a este punto, podemos trazar un esbozo mínimo de una visita real a una pequeña ciudad que ya se encuentra en el seno de la nación venezolana. Se trata de una ciudad en la que el poder político y todas las actividades de la misma están a cargo de una comuna de comunas. Vemos así que en ella cada comuna o grupo de comunas y su labor coordinadora acordada han construido sus casas y las habitaciones donde duermen, se asean y trabajan, con materiales e instrumentos que salen del cerebro y los brazos de sus habitantes. Las distintas comunas cultivan sus alimentos necesarios, como el pan, las verduras, las frutas, las carnes de ganado menor, más abundantes de las que provienen del ganado mayor y las que obtienen de algunas aves como las gallinas, o el agua que beben y extraen de los pozos que han cavado y purificado, en que atendiendo la útil división del trabajo los lleva a completar lo necesario con el trueque y sus mercados, en los que a más del trueque usan la criptomoneda llamada petro, que emite el Estado venezolano y ya ha sido aceptada en el mercado internacional por algunos países de Oriente. A la organización del mercado añaden la de varias comisiones destinadas a atender los problemas de salud, guardería y educación de niños o de jóvenes y adultos, y en ese terreno destaca un increíble proyecto, el de la formación de cuadros revolucionarios y de una fuerza defensiva que está preparada para coordinarse con el ejército nacional bolivariano. El número de los contingentes preparados y armados alcanza la cifra de 400 mil jóvenes de ambos sexos, adiestrados por las comisiones de los comuneros de la nación venezolana. De ellos, 200 mil están adiestrados y armados para la lucha; otros 200 mil están adiestrados, y aunque carecen de armas, vitalmente participan en la defensa de la Patria, para que, conforme quienes ya están armados pierdan la vida en la batalla heroica, ellos hagan uso de sus armas. Y allí no queda el proyecto, sino que según supimos tiene como meta alcanzar un contingente cercano a un millón de integrantes…
Mucho podría contarse de nuestra visita a esta ciudad de las comunas, pero no cabe duda de sus capacidades concretas para enfrentar las políticas con que ayer el imperialismo derrocó a Salvador Allende y con que amenaza destruir a Venezuela: ya ni una puede funcionar, ni la devaluación de la moneda ni el ocultamiento de víveres ni mucho menos el ejército bolivariano en las antípodas del pobre diablo de Pinochet.
Ya puede la mayor mentira del mundo seguir armando crecientes formas de ataque, como la que busca con los países que mandan a sus seguros y serviles jefes de Estado a la reunión del Ministerio de las Colonias y apoyen en realidad la mayor mentira del mundo para apoderarse de la mayor reserva de petróleo del mundo. Ahora sí, en los hechos, ¡no pasarán!
México, 12 de abril de 2018

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